Aranmanoth volvió sus ojos hacia Windumanoth y la vio tan frágil y tan menuda, con su rostro blanco enmarcado por los cabellos negros como racimos, que su corazón pareció vacilar. Los grandes ojos de la muchacha estaban inundados, como si hubiera estado lloviendo en su interior durante días y noches interminables.
-No llores -murmuró él acercando sus labios a los de ella. Pero también los labios de Windumanoth estaban cubiertos de lágrimas.
-Lloro porque nos han arrebatado nuestro verano, el Mes de las Espigas -dijo ella. Y no había amargura en su voz, ni siquiera tristeza. Era como un eco, como un lejano resplandor de un sentimiento que se apagaba hasta convertirse en un recuerdo.
-Yo soy Aranmanoth, Mes de las Espigas -dijo él, tan firmemente que sus palabras parecían borrar cuántas se hubieran pronunciando antes, o se pronunciarían después.
No sabía de dónde ni por qué misteriosa razón llegaban hasta él tales pensamientos. Lo cierto es que en su interior se abría un gran asombro que por momentos le encolerizaba, y a la vez, le llenaba de júbilo. Sin embargo, el aire traía el olor de la muerte, de la aldea calcinada, del temblor del anciano que arrastraba los míseros despojos de toda una vida en la que acaso conoció la felicidad. Entonces Aranmanoth dijo:
-Soy ignorante. No comprendo cuanto sucede a nuestro alrededor. Desconozco el oscuro origen de todo este sufrimiento, pero, Windumanoth, me hicieron tu guardián y no quiero verte llorar.
Ella le rodeó el cuello con los brazos y dijo:
-No es de mis lágrimas de quien tienes que guardarme -y añadió-: quizá no te hayas dado cuenta, pero también he llorado de alegría entre tus brazos.
El cielo que, hasta aquel día, había aparecido terso y azul se había estremecido por la invasión de aves carroñeras que arrastraban su sombra allí donde pasaban. Entonces fue cuando regresó a la memoria de Aranmanoth el nombre y la figura de Orso.
-Windumanoth, debemos regresar a Lines -dijo-. Orso, mi padre, está allí, y únicamente él puede comprendernos, puesto que nos ama a los dos.
-Es cierto -dijo ella-. Orso es el único que verdaderamente nos ama a los dos.
Y emprendieron el viaje de retorno.
El cielo que, hasta aquel día, había aparecido terso y azul se había estremecido por la invasión de aves carroñeras que arrastraban su sombra allí donde pasaban. Entonces fue cuando regresó a la memoria de Aranmanoth el nombre y la figura de Orso.
-Windumanoth, debemos regresar a Lines -dijo-. Orso, mi padre, está allí, y únicamente él puede comprendernos, puesto que nos ama a los dos.
-Es cierto -dijo ella-. Orso es el único que verdaderamente nos ama a los dos.
Y emprendieron el viaje de retorno.
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