lunes, 14 de septiembre de 2015

Un viaje inesperado (Angélica Dossetti).

Al curso llegó un compañero nuevo, que no es dominicano sino argentino, de Mendoza, una ciudad que está súper cerca de la frontera con Chile y que conozco porque una vez fuimos con mis papás a pasear y a comprar cosas de cuero. El chico se llama Facundo: es alto, delgado, de piel tostada, con el pelo ondulado que le llega a los hombros, y ojos café claro con unas pestañas enormes de esas que dan envidia.
 Ana y yo decidimos adoptar a Facundo; nos daba mucha pena ver al pobre tan perdido como yo el año pasado, sin saber qué hacer ni dónde ir. La única diferencia que tiene conmigo es que él es seco para el inglés: nos contaba que como su papá trabaja en un laboratorio de esos que hacen remedios, le ha tocado vivir en muchas partes, hasta en Estados Unidos, por lo que no le quedó otra que aprender inglés desde chico.
 Facundo es lindo y siempre se queda mirándome con cara de concentración. A veces pienso que se fija en mis dientes chuecos, que por suerte tendrán frenillos, o probablemente se fija en mis piernas flacas que no sé cómo puedo disimularlas con el uniforme. La verdad es que no me gusta la idea de tener la boca llena de alambres, pero es peor tener esta ensalada de dientes que me acompleja tanto y hasta me avergüenza hablar. 

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