Gracias, Señor, por el azul profundo
que pusiste en el cielo;
por el verde increíble de las hojas
en los meses de enero.
Por la invisible orquesta, que se escucha
de noche en los esteros.
Por la suave caricia de la brisa,
que se reparte en besos...
Por el gentil perfume de las flores,
que aviva mis recuerdos;
por la pálida luna y las estrellas
que vigilan mis sueños.
Gracias por la inocencia de los niños,
que todo lo ven bueno;
por la lluvia que riega nuestros campos
para que haya pan fresco.
Por la sonrisa alegre, que me ayuda
a sufrir en silencio;
por el llanto, que quita mis pesares
cuando mi cielo es negro.
También por el arrullo de las aves,
que habitan en mi huerto.
Por el anhelo de encontrarte un día,
aunque sea en mis sueños.
Gracias, en fin, por toda la alegría
que has puesto en mi sendero.
Por la amargura, que me da esperanza
de conocer tu reino.
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