lunes, 14 de septiembre de 2015

Como agua para chocolate (Laura Esquivel).

Cruzó el patio con determinación, abrió la puerta y se encontró con una agradable mujer como de ochenta años de edad. Era muy parecida a Nacha. Una larga trenza cruzada le cubría la cabeza, estaba limpiándose el sudor de la frente con un delantal. Su rostro tenía claros rasgos indígenas. Hervía té en un cazo de barro. 
  Levantó la vista y le sonrió amablemente, invitándola a sentarse junto a ella. Tita así lo hizo. Inmediatamente le ofreció una taza de ese delicioso té. Tita  lo tomó despacito, disfrutando al máximo del sabor de esas hierbas desconocidas y conocidas al mismo tiempo. Qué sensación más agradable le producían el calor y el sabor de esta infusión.
 Permaneció un buen rato al lado de esta señora. Ella tampoco hablaba pero no era necesario. Desde el principio se estableció entre ellas una comunicación que iba más allá de las palabras. 

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