jueves, 17 de septiembre de 2015

Donde estás, Constanza... (J. L. Rosasco).

-Qué tipita la muchacha —opinó la abuela en voz alta. 
 Luis le  hizo un guiño a Alex a la vez que alzaba una ceja en señal de admiración. Alex asintió, pero ya su vista era atraída por otra adolescente. En un rincón, entre una hielera y un ropero, sentada sobre una mesita con cajón o un velador o algo así, venía una chica con un vestido largo de muselina verde, y un abanico que aleteaba cadenciosamente en su mano y detrás del cual se pronunciaba entre aleteo y aleteo, y enmarcada por rizos negros, negrísimos, la carita más blanca y más linda que Alex había visto en su vida. Y como su vida apenas se empinaba sobre los doce, su juicio no podía ser más definitivo y categórico. Esa chica era Constanza Glicker. 

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