-¿Qué son? -preguntó-. ¡Que horror, parecen serpientes!
Gabo se puso a reír.
-No, son caracoles -respondió-. ¿Has visto cómo se aman los caracoles? Se abrazan y entrelazan sus cuerpos lubricados, se recorren, se confunden e intercambian aceites nupciales. Los caracoles no tienen rostro. Se aman a ciegas. Así te ofrezco mi amor esta noche. Quiero tomarte por esposa sin conocer tus ojos, ni el arco de tu sonrisa ni la textura de tus labios.
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