Empecé a recordar rostros y volví a ver a mis compañeros y amigas de como eran a los siete años, por ejemplo, y de como fueron creciendo conmigo. Recordé que algunos se fueron y otros llegaron cuando íbamos en Cuarto o en Quinto, o cuando estábamos por terminar la Básica. Decidí que escribiría sobre ellos, sobre los que con el correr de los años se convertirían en verdaderos amigos.
Al principio no supe con cuál de mis compañeros empezaría y tuve temor de dejarme llevar por la imaginación, o que el tiempo transcurrido alterara un poco la verdad de lo que pretendía contar. Como la indecisión persistiera y estaba deseosa de comenzar a escribir, acudí a mi mamá. Ella me dijo que no me preocupara si la fantasía modificaba un poco mis recuerdos, pues no iba a hacer un trabajo escolar; y que no me complicara con quién empezaba o concluía, pues el orden no cambiaría para nada el afecto que yo sentía por cada uno. Disipadas las dudas, me puse a escribir con entusiasmo...
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