martes, 15 de septiembre de 2015

Piotr (Jan Terlouw).

Cuando piensa en ella, y es casi siempre, su corazón late más deprisa. Se porta como si Shura lo estuviera mirando siempre. Anda erguido y procura no arrastrar los pies. Por primera vez lamenta que su recién salida barba no sea más espesa. Sería maravilloso que le creciera una hermosa barba tupida. Por la tarde hace ejercicio para endurecer sus músculos. Intenta ahuecar la voz. Quiere ser hombre.
  Este es el lado machote del amor. Pero son más importantes los arrebatos que sacuden su corazón. El sensible Piotr se siente inundado de compasión, deseo, de la necesidad de protegerla, de ternura, de admiración. Empieza a enumerar y no acaba... Sencillamente ama, aunque ni él mismo se da cuenta. Se crió solo con su padre viudo, sin ningún hermano ni hermana. Y muy pocas veces jugó con niños de su edad,  y menos aún con niñas. Desde la edad de catorce años está rodando por el mundo, sin tiempo para pensar ni para leer. Al parecer, no es necesario hablar con otras personas para ver cosas, para oír cosas. Inclusive sin eso, el corazón de Piotr está inundado de amor: un amor dulce, confuso, lleno de dolor, maravilloso.
  ¿Qué importa que ella sea un poco mayor? ¿Y qué estuviera casada con un hombre que le amenazó a él y mató a su rico protector? ¿Qué importa qué la viuda se disfrace de hombre y se ponga bigote? Ninguna de esas cosas le importa lo más mínimo. Ella tiene una voz dulce, melodiosa, fue amable con él, escuchó su música y tiene unos ojos hermosísimos. La buscan y está asustada. Él la protegerá, él la quiere. Se sonroja al venirle esta idea. 

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